Te he visto pasar
cara mustia, ojos lelos,
boca incierta.
Tus pasos alados soportaban
tu cuerpo enteco, avellanado, frágil.
Desafiabas la multitud, y
angustiaba tu disfraz de hombre.
Ellos, sus capirotes, allí
estaban verdes, con palos, perdigones,
cascos ofensivos, y
su odio jeraquizado.
Ni te detienes
pequeño obstáculo
para tu fuerza colectiva,
caen unos,
levántanse otros, y
nacen todos
ataviados, aureolados de victoria.
Sin embargo...
te veo marchar
rostro radiante, mirada firme
palabra pregonera. Allí vas enteco
avellanado,
fortalecido ya.
¡Qué diferente te veré pasar!